martes, 21 de junio de 2011

El Miedo Infantil


El que los niños tengan miedo a cualquier situación extraña o peligrosa es bastante habitual y hasta cierto punto normal. Los mecanismos psicológicos por los que operan los procesos de desarrollo del niño suelen ser, en ocasiones frágiles debido a las características del ambiente en que se desenvuelve, y resulta bastante lógico que aprendan a tener miedo. El niño oye hablar de miedo, tanto en casa como en la tv., del hombre "del saco" y de multitud de personajes desagradables para la sensibilidad infantil. Como consecuencia de toda esta presión ambiental, se producen aprendizajes erróneos a situaciones que podían resultar normalmente neutras y sin peligro para ellos, que, junto con otras influencias que proceden de la imitación (padres, contexto educativo, tv...) llegan a constituirse en verdaderos problemas de comportamiento que alteran considerablemente el desarrollo psicobiológico del niño.

El problema se plantea cuando las reacciones que manifiesta interfieren de tal modo en su vida diaria, que imposibilita vivir feliz y adaptado a la propia familia, amigos o escuela.

El miedo más común en los niños es el miedo a la oscuridad, que aparece entre los 4 y los 10 años. La oscuridad, que por sí sola no resulta amenazante, se asocia con frecuencia a acontecimientos con sobrecarga de miedo. Por ej. el ladrón que entra a robar, el monstruo, ruidos ... suelen ir asociados de oscuridad, de esta forma se generaliza el miedo a cualquier situación de oscuridad.

Otra de las causas que originan el miedo a la oscuridad es aquella producida involuntariamente por algunos padres que acuden a los llantos o demandas del niño que está durmiendo en la habitación a oscuras. Al entrar encienden la luz y acuden a calmarlo, y a estar con él. El niño encuentra consuelo a sus sollozos originado por cualquier otra causa (ruido, dolores, sueños ...). Esta escena se repite a diario en casi todos los hogares donde hay niños pequeños. Es a través de esta repetición mediante la que se asocia: llanto - oscuridad - entrada de la madre - luz.

Otra de las posibles causas del miedo a la oscuridad puede serlo también los acontecimientos traumáticos ocurridos repetitivamente en situaciones de oscuridad, tales como sacudidas de las persianas por el viento, ruidos bruscos, sobresaltos... Aunque el mecanismo sigue siendo el mismo, se asocia lo que ocurre a lo que le rodea, es decir, el susto, el ruido, el lloro se une y se relaciona con la oscuridad que es la situación en la que se encuentra el niño en ese momento de la ocurrencia.

El miedo se considera normal desde el punto de vista de necesidad de autoprotección del organismo ante la presencia de peligros que amenacen al sujeto. Hasta este punto es bueno y adecuado mantener una actitud de miedo razonable ante situaciones amenazantes. El problema se plantea cuando el niño reacciona de un modo exagerado e ilógico frente a un estímulo cuya amenaza objetiva es muy limitada.

La reacción del niño ante el miedo es de preocupación, irritación y un estado de ansiedad muy elevado, apareciendo síntomas orgánicos y cognitivos.

Las causas de estas reacciones de miedo excesivo ante personas, situaciones o cosas que objetivamente no presentan ninguna amenaza real pueden ser:
  •  En un primer momento, la separación que experimentan respecto a sus padres, en el momento que pierde de vista a sus padres, "piensa" que los ha perdido; y reacciona con explosiones de llanto ante la ausencia de alguno de los padres. Esto se manifiesta en los miedos de los primeros días de asistencia a la escuela infantil incluso al colegio.
  • Situaciones y acontecimientos familiares negativos como: la separación de los padres, disputas, enfermedad y otros desequilibrios de carácter familiar.
  • La ocurrencia de acontecimientos y experiencias desagradables con el objeto o situación a la que se le tiene miedo. La repetición de estas experiencias lleva a aumentar y consolidar el miedo.
  • El aprendizaje que realiza el niño por asociación de estímulos. Ej. estando oscura la habitación, oyó un ruido muy fuerte y le provocó miedo, generalizará asociando la oscuridad con el ruido = miedo. / oscuridad = miedo.
  • Otra de las causas del miedo es el aprendizaje por observación a otras personas que lo experimentan ante determinadas situaciones (los padres serán perfectos modelos para ser imitados y observados por el niño, más tarde lo será la televisión, compañeros de colegio ...)


El ambiente familiar es el primer modelo que suele imitarse y por tanto, aprenderse. Como veis, las causas que originan el miedo pueden ser muchas, pero deben vigilarse especialmente cómo os comportáis los padres y cuál es el ambiente que rodea a vuestro hijo/a porque, muy probablemente el origen de sus miedos se encuentre en dicho ambiente.
           
            Cómo evolucionan los miedos infantiles:

Algunos miedos suelen desaparecer al cabo de poco tiempo si son adecuadamente tratados, otros, persisten durante mucho tiempo. En los niños muy pequeños, los miedos básicos de separación de la madre o el padre, de ver personas desconocidas, ..., suelen desaparecer conforme evoluciona su desarrollo psicobiológico, son miedos evolutivos.

Los miedos que se han aprendido son de más difícil desaparición.

Del mismo modo que los niños tienden a adoptar los miedos de los padres (por observación e imitación) estos miedos no suelen desaparecer si persiste continuadamente la situación de aprendizaje por observación; mientras los padres manifiesten tales comportamientos, los hijos también los presentarán siendo muy difícil su eliminación de un modo natural si no se utilizan técnicas terapéuticas y no se modifican los comportamientos de miedo de los padres.

Desde los 4 a los 8 años existen gran cantidad de miedos que se relacionan con seres imaginarios y fantásticos en actitud amenazante, pero conforme el niño crece, estos miedos suelen desaparecer, apareciendo otros tipos de miedos que están más directamente relacionados con las actividades, preferencias, juegos y relaciones de la edad.

Conforme se acerca a la adolescencia aparecen miedos que tienen un marcado carácter social: burlas por el físico, miedo al ridículo, a la no aceptación social …

Si al llegar a la adolescencia todavía quedan algunos miedos anteriores, el chico o la chica, tendrá problemas de ajuste social con el colegio, familia, amigos y con el medio que le rodea.


Lo que no se debe hacer:

Lo que los padres no debemos hacer nunca ante un comportamiento de miedo es acariciar al niño o cogerlo del brazo para mostrarle su cariño y afecto en ese preciso momento de reacción de miedo. De esta manera, el niño está aprendiendo a asociar su llanto, su reacción con la atención solícita de la madre o del padre que acude rápidamente a calmarle y tranquilizarle, reforzando ese comportamiento de miedo.

Tampoco deben dársele regalos u otros caprichos cuando ocurre una conducta de miedo: se asocia su comportamiento con la consecuencia que es lo que ocurre a continuación (atención, refuerzo ...) por parte de los padres.

El intentar convencerle de que no existe ningún peligro ni debe tener ningún miedo tampoco resulta muy efectivo. En la próxima situación de miedo, el niño vuelve a experimentarlo a pesar de la gran cantidad de veces en que se le ha repetido incesantemente que no debe ni tiene por qué temer a tal situación u objeto.

Otra de las conductas que jamás debéis optar, es la de amenazar al niño o infundirle  miedo (hacia animales o lugares) para que deje de hacer algo que no le permitís. Este tipo de comportamiento puede traer unos nefastos resultados sobre la conducta a largo plazo de vuestro hijo/a , habiéndole enseñado de esta forma, a tener miedo potencial ante situaciones que de por sí son  “neutras”.

Otra de las cosas que perjudican en gran medida es obligarle a tocar o a acercarse a la situación de miedo inmediatamente, de modo brusco y sin que haya recibido un entrenamiento o preparación previa para que se dé cuenta por él mismo de lo inocuo e inofensivo del objeto o situación en sí temida. Los padres debéis tener en cuenta y controlar las situaciones en que puedan aparecer reacciones de miedo para no enfrentar al niño directamente con ellas y provocar un aumento del miedo.

Otra cosa que no debe hacerse es el castigar al niño por tener miedo y tampoco debe observar nunca a los padres en sus conductas de miedo, porque esto conduce a elevar el suyo. En este caso sois los padres los que debéis poner un especial cuidado en no experimentar reacciones de miedo delante de los hijos (ej. La mamá que reacciona de un modo desproporcionado ante una tormenta o que amenaza al niño con que vendrá un perro y le morderá).


Actitudes que se deben tomar y que resultan positivas:
           
Los padres debéis procurar, en la medida que las circunstancias lo permitan, ofrecerle al niño aquellas situaciones y oportunidades de escaso miedo para que el niño/a vaya acostumbrándose a ellas poco a poco y de un modo gradual.

            Como ej., en el caso de miedo a los perros: una opción sería ver a un perrito pequeño a lo lejos al tiempo que se le dan consejos de cómo actuar, se le refuerza y motiva a comportarse adecuadamente utilizando comentarios: ¡Qué bien lo estás haciendo, ves, estás tranquilo, no ocurre nada! y darle algún refuerzo material simultáneamente al comportamiento adecuado (chuchería, expresión de afecto...).

En los casos de miedo, son muy efectivas las historias o cuentos donde el personaje supere la situación de miedo poco a poco y llegue a no temerla. Todo esto irá entrenando (por imitación) y preparándole para enfrentarse con situaciones de escaso miedo de carácter real.

Otra actitud es la de proporcionarle durante la presencia del objeto o situación de miedo cualquier actividad distractora (oír música, oír un cuento, recordarle que es valiente...), agradable mientras está ocurriendo la situación de miedo. Los padres en tales momentos, debéis hacer comentarios sobre la actividad distractora tal y como si estuvieseis jugando con él y dirigiéndole la atención a dicha actividad mientras el niño va tolerando poco a poco la presencia del objeto o situación temida.

Actuando de este modo ayudaremos al niño a superar su miedo pero no se debe pensar que con sólo hacerlo alguna vez es suficiente sino que esta actuación debe constituir un estilo de actuar para con la conducta de miedo; por lo que, actuando adecuada y sistemáticamente se obtendrán resultados positivos a corto y medio plazo.

El clima de confianza, tranquilidad y sosiego existente en el seno de la familia es un factor preventivo para que el niño pueda controlar pequeños miedos.

Aún así, si actuáis de esta manera y no se logran avances en la superación de los miedos, se deberá acudir al psicólogo/a para proceder a realizar la terapia adecuada en colaboración siempre con los padres.


Cómo detectar el miedo excesivo = fobia:

            Basta con la observación del comportamiento del niño ante el objeto temido, persona o situación; es perfectamente reconocible cuando el niño experimenta o no reacciones de miedo excesivo a una situación provocante. El estado de ansiedad producido por ese miedo se caracteriza por manifestaciones de malhumor, tristeza, inquietud motora, sudoración, respiración agitada, dolores, vómitos, ante estos síntomas los padres suelen ir al médico y su respuesta es: "su hijo no tiene nada".
Todas estas manifestaciones orgánicas son psicosomáticas, producidas por la fobia o miedo excesivo. Los miedos más comunes son: miedo a la oscuridad, miedo a los animales, a los ruidos ...

Qué podéis hacer los padres ante los miedos excesivos de vuestro hijo/a:

Si habéis detectado en vuestro hijo/a un miedo excesivo, podéis hacer algunas cosas que resultarán efectivas. Hay que tener en cuenta que el tratamiento de los miedos varía según multitud de factores, pero, a pesar de ello existen algunas técnicas que son aplicables a la mayoría de los casos y que cada padre debe adaptar a la peculiaridad de su hijo, para que resulte lo más eficaz posible.

Existe una técnica denominada "desensibilización sistemática" que consiste en exponer al niño ante situaciones leves de miedo. Por ej. en el miedo a la oscuridad, un primer paso o situación de escaso miedo sería reducir la intensidad de la luz a la vez que se le ofrece al niño una conducta contraria al miedo, como cantar, bailar o comer su golosina favorita (a modo de juego). Estas situaciones deben repetirse tantas veces como sea necesario, hasta comprobar que no hay ansiedad, y poco a poco ir introduciendo situaciones un poco más intensas, así, de forma progresiva y gradualmente se aumentan, con precaución. Las conductas incompatibles con el miedo deben proporcionarle seguridad y confianza al niño y deben ser más fuertes y poderosas que la propia situación de miedo.

            Conductas incompatibles que podemos introducir:

- Jugar con sus juguetes favoritos
- Comer golosinas
- Leer cuentos
- Cantar
- Bailar
- Reírse
- Escuchar música

Conforme se vaya superando el miedo en cada situación, se le presentan otras situaciones de mayor miedo para que realice las mismas conductas incompatibles en presencia de ese nuevo contexto ligeramente más difícil de abordar.

De este modo debe realizarse hasta que el niño sea capaz de tolerar la situación de miedo que antes era incapaz de afrontar. Este procedimiento no resulta en muchas ocasiones tan simple, hay veces en que hay que cambiar la incompatible para que prevalezca sobre la ansiedad. Otro aspecto básico es graduar la situación de miedo en una escala de pequeños pasos desde el menor hasta el mayor, es decir, de menos a más miedo.

            Ejemplo:

1. Ver un perro dibujado   MUY POCO MIEDO
2. Ver un perro en la tv   POCO MIEDO
3. Oír a lo lejos un ladrido  ALGO DE MIEDO
4. Ver un perro desde lejos   ALGO DE MIEDO
5. Ver un perro pequeño en la acera de enfrente  BASTANTE  MIEDO
6. etcétera

Con los demás miedos debe procederse de igual forma. Deben descomponerse en pequeños pasos, secuencias o escenas de miedo progresivo. Es importante preparar al niño para que la actividad que haya que realizar durante la situación de miedo (escaso) sea adecuada y despierte sentimientos y emociones fuertes positivas, capaces de ser superiores y vencer al miedo.

Otra técnica que sirve como complemento, si es que el niño tiene las suficientes capacidades cognitivas para ello, es llevar la situación al absurdo, hacer preguntas del por qué de su miedo y él ir dando las respuestas con ayuda, y darse cuenta de la irracionalidad de su creencia.

Otra técnica para eliminar ciertos miedos infantiles es "el aprendizaje por imitación", que consiste en que el niño observe a sus iguales enfrentarse favorablemente a esas situaciones. Dentro de este tipo de aprendizaje, podemos inventar historias con héroes infantiles favoritos, que se enfrentan a esa situación temida saliendo airosos. Si el miedo es a la oscuridad, la "aventura" con el personaje debe contar con tal situación de oscuridad gradual y progresiva, superando satisfactoriamente cada una de ellas. Estos cuentos o relatos deben despertar emociones positivas en el niño, más fuertes que la reacción de miedo.


Un aspecto muy importante que entra a formar parte de las técnicas a llevar a cabo para eliminar el miedo en los niños es la ACTITUD de los padres ante el problema. Es aconsejable que los padres no manifiesten ningún miedo similar al del niño porque de lo contrario el niño copiará, imitará tal comportamiento lo que contribuiría a su aumento. Tampoco se debe prestar excesiva atención ni exaltación emocional ante el problema, ni actuar mediante regañinas o castigos. Los padres, debéis actuar bajo un punto de vista del aprendizaje.

Vencer el miedo debe ser un aprendizaje similar al de cualquier otro aspecto, leer, escribir, montar en bicicleta ... en el que se le enseña lo que debe hacer, como prepararse, a entender la situación de miedo desde otro modo de pensar, a entrenarlo a hacer cosas para "ganarle" al miedo y, en esa actitud, debe discurrir el aprendizaje de dominar y controlar la situación; como toda situación de aprendizaje, se producirán errores y aciertos pero los errores no deben llevar al desánimo sino al contrario, deben analizarse para evitar que se vuelvan a dar. Realizar todo esto manifestándole al niño el apoyo y la ayuda necesaria es la actitud de los padres que más puede servirle para vencer al miedo.

Además de mostrar esta actitud favorable, los padres también debéis realizar un proceso de reflexión acerca de cómo actuáis con vuestro hijo con respecto a esos miedos, cuáles son las actitudes que pueden resultar beneficiosas o perjudiciales y de ese modo adoptar la más favorable. ¿Por qué no prevenir en lugar de lamentar?

Si habéis tratado una solución y no ha dado resultado, no dudéis en consultar con un especialista en Psicología Infantil.

Cuantas menos reacciones de miedo presente el niño, mejor será su nivel general de funcionamiento adaptativo: más apetito, más vitalidad, sueño relajado, en definitiva, más saludable, mejor adaptado y más feliz, lo que es beneficioso para un adecuado desarrollo psico-socio-afectivo.




 Reme Urán Moreno
Psicóloga Infantil

Adiós chupete, adiós

Decirle adiós al chupete es, para muchos niños, como decirle adiós a su mejor amigo, una despedida penosa que intentan retrasar todo lo que pueden... y más. Sin embargo, si vosotros le ayudáis, puede que no se dé cuenta de que está olvidando a su querido chupete.

Durante los primeros meses de vida, la boca es la parte más sensible de su cuerpo, y constituye el principal medio de conocimiento, mucho tiempo después de haber aprendido a manipular los objetos. Por ello, el reflejo de la succión es vital para el bebé, tanto mamar como tener el chupete metido en la boca le proporciona un gran placer.

A nadie le sorprende ver a un niño de dos años con chupete, porque este pequeño artilugio le ayuda a tranquilizarse e incluso en muchas ocasiones le consuela. De todas formas, si tu hijo llora, acércate a él, e intenta consolarle y entretenerle hasta que se le pase el berrinche.

El chupete puede convertirse en una costumbre, en un hábito que empieza a ser molesto cuando el pequeño va a la escuela infantil o le salen los primeros dientes; sobre todo si lo tiene metido en la boca permanentemente. ¿Qué se puede hacer en estos casos para lograr que olvide a su querido chupete? Los especialistas han estudiado la forma de conseguirlo y te proponen los siguientes consejos:
           
Observa bien a tu hijo: ¿Por qué necesita el chupete todavía? Hay muchas circunstancias por las que el niño tiene el chupete metido en la boca: aburrimiento, hábito, celos de su hermano pequeño, enfermedad, intranquilidad... busca cuál puede ser la que corresponda a tu hijo, y manos a la obra.

Si tu hijo lleva el chupete por un corto tiempo al día, lo mejor es quitar de forma radical. En el caso en que lo lleve durante mucho tiempo al día, sería más conveniente reducir el tiempo en un principio: que sólo lo pueda coger en casa y olvidarse de él cuando vaya a ver a la abuela, esté con sus amigos o en un restaurante  con papá y mamá. Así, poco a poco, lograrás que lo tenga el menor tiempo posible.
           
Permanece mucho tiempo junto a él: El tener todo el día el chupete, se debe muchas veces al aburrimiento: si no tiene nada que hacer, resulta una actividad de lo más reconfortante. Tu hijo necesita, después de un día lleno de emociones nuevas y "exigencias escolares", recibir una atención especial de vosotros. Debéis estar dispuestos a jugar con él/ella, a construir algo juntos, o a pintar un cuadro-sorpresa para mamá o la abuelita. Cualquier actividad que requiera toda su atención y el uso de ambas manos es buena para que la tentación de coger el chupete quede anulada.

Una fecha clave: cuando comienza a ir al Centro Infantil: Casi todos pierden aquí su hábito. Después de los primeros días de adaptación, incluso los más adictos, lo dejan en casa.

Anímale a dejar su chupete: Pocos pueden prescindir completamente del chupete de un día para otro. Por ello, es muy bueno que le premies con alabanzas cualquier intento que realice con éxito, por muy pequeño que este sea. Dile lo mayor que es y lo bien que lo está haciendo.  

Elegir un determinado día como el adiós definitivo: Muchas veces, necesita solamente un estímulo adecuado para despedirse definitivamente de él. Fijaros si el niño es lo suficientemente mayor como para aceptar un intercambio. Si es así, debéis aprovechar y cambiarlo por un peluche o un juguete favorito.

No le compres chupetes nuevos continuamente: En la fase de deshabituación es importante que no haya chupetes por toda la casa, si no tiene un chupete cerca, puede que ni se acuerde que existe y busque otra forma de distraerse. La batalla está prácticamente ganada si tu hijo sólo utiliza el chupete para dormir. La mejor forma de ayudarle a eliminarlo para siempre, es iniciar con él/ella un ritual especial antes de dormir, con canciones, cuentos y caricias. Así podrá relajarse, olvidar las tensiones del día y quedarse frito sin necesidad de su viejo y querido compañero de fatigas: el chupete.

Otras sugerencias:

·        A partir de un año, procura que lleve el chupete sólo  para dormir.
·        Nunca lo mojes en miel o en azúcar, porque podrías producirle caries en los incisivos.
·        Cámbiaselo por uno nuevo cuando la tetina se deforme o  aparezca alguna grieta.
·        Cuidado con los chupetes de silicona: no se deforman  con el tiempo, pero su tacto es más frío y procura  no usarlos cuando tenga algún diente, porque puede cortar la tetina y tragársela.
           
Si has intentado y sin resultados, lo anteriormente expuesto, o crees que no te dará resultado, entonces paciencia. En este caso, suele constituir más bien un problema relacionado más con la falta de consistencia y sistematicidad en las estrategias utilizadas por los padres que con la poca voluntad de los niños. Lo primero que hay que preguntarse es si realmente estáis decididos a quitarle el chupete. Si la respuesta es afirmativa, el siguiente paso es tirar el chupete a la basura. Si lo guardáis en un cajón, cuando el pequeño se ponga pesado y empiece a llorar, que lo hará, se lo daréis y no habréis conseguido nada. Si no lo tenéis a mano, seguramente pasaréis dos o tres noches mal, pero nada más. El niño se dormirá y habrá vencido su necesidad de chupar.
No obstante, no conviene impacientarse en exceso.


Reme Urán Moreno
Psicóloga Infantil  

sábado, 18 de junio de 2011

La Psicología en la prevención de problemas conductuales en la Infancia y la adolescencia



La Psicología Conductual es una disciplina que ha tenido grandes avances en los últimos años debido a las múltiples investigaciones y trabajos que se están realizando en este campo, se ha abierto camino hacia nuevos ámbitos tales como la  Medicina Conductual y la Psicología de la Salud.

La intervención propia en la Psicología de la Salud va encaminada a la prevención de posibles alteraciones. Por el contrario, el tratamiento sobre un problema ya desarrollado corresponde al campo de la Psicología Clínica ; y son propias de la Medicina Conductual las intervenciones o tratamientos que, si bien se centran en aspectos psicológicos, se dirigen a manifestaciones somáticas de tales problemas.

Teniendo esto en cuenta, en al campo de la Psicología de la Salud es importante y efectivo trabajar desde la infancia a nivel familiar, ya que muchas alteraciones en edades tempranas y en la adolescencia tienen una base socio-ambiental en su desarrollo y mantenimiento.

Las ideas y creencias de los padres y el modo de interaccionar con los hijos son variables decisivas a la hora de prevenir problemas asociados a las distintas etapas evolutivas de los niños. Problemas relacionados con la ingesta de alimentos, con el desarrollo del lenguaje, con las pautas a la hora de ir a dormir y durante la noche, problemas relativos a los celos, rabietas, miedos, agresividad, adaptación a la escuela.....,sin olvidarnos del consumo de drogas, el tabaquismo y el consumo de alcohol en la adolescencia. Temas todos ellos de gran interés y preocupación de padres y educadores cuando, normalmente, la información  de la que disponen es mínima y en ocasiones contradictoria.

Una vez ocurre la alteración, la Psicología Clínica y las intervenciones en Modificación de Conducta aportan las soluciones para un abordaje terapéutico.

Las cuestiones mas frecuentemente consultadas por los padres en consulta sobre sus hijos son : miedos y fobias infantiles, hiperactividad y trastornos por déficit de atención, enuresis nocturna, retraimiento social, déficit en habilidades sociales, desobediencia y bajo rendimiento escolar.

Estudios epidemiológicos recientes indican que, dentro de una población general, entre un 3% y un 15% de los niños en edad escolar pueden ser considerados hiperactivos y se estima que, al menos un 20% de los niños de 5 años, se orinan en la cama con una frecuencia suficientemente alta como para ser considerados enuréticos.

Teniendo en cuenta la preocupación de padres y educadores por el optimo desarrollo de niños y adolescentes, la intervención psicológica a edades tempranas y a nivel familiar aporta soluciones rápidas y preventivas, ayudando a mejorar la calidad de vida desde la infancia y contribuyendo a hacer adultos mas saludables y felices.




Reme Urán Moreno
Psicóloga col. AO-01884      

viernes, 17 de junio de 2011

La Varicela


jueves, 16 de junio de 2011

Estimulación Temprana

La estimulación temprana, como el propio nombre lo dice, tiene como objetivo desarrollar y potenciar, a través de juegos, ejercicios, técnicas, actividades  y de otros recursos, las funciones del cerebro de un bebé, beneficiando su lado intelectual, su físico y su afectividad. Un bebé bien estimulado tendrá aprovechada su capacidad de aprendizaje y de adaptación a su entorno, de una forma más sencilla, rápida e intensa. Todos sabemos que los bebés nacen con un gran potencial y que cabe a los padres hacer con que este potencial se desarrolle al máximo de la forma más adecuada, positiva, y divertida.

Para entender este proceso, es necesario que entendamos primero, como es la maduración del ser humano. Al contrario de los animales, nosotros los seres humanos somos muy dependientes de nuestros padres desde que nacemos. Tardamos más para caminar y dominar nuestro entorno. Todo depende del aprendizaje que tengamos. Mientras nuestra capacidad está limitada por el aprendizaje, nuestras habilidades están relacionadas con la supervivencia. Sin el aprendizaje, nos convertimos en seres indefensos, solos, y expuestos a todo lo bueno o lo malo. Por otro lado, si aprendemos, nuestro cerebro moldeable nos permitirá que crezcamos y sobrevivamos ante las situaciones más adversas. 

La estimulación temprana lo que hace es unir esta adaptabilidad del cerebro a la capacidad de aprendizaje, y hacer  que los bebés sanos maduren y sean capaces de adaptarse mucho mejor a su entorno y a las diferentes situaciones. No se trata de una terapia ni de un método de enseñanza formal. Es apenas una forma de orientación del potencial y de las capacidades de los más pequeños. Cuando se estimula a un bebé se estará abriendo un abanico de oportunidades y de experiencias que le hará explorar, adquirir destrezas y habilidades de una forma más natural, y entender lo que ocurre a su alrededor. 

Cuándo estimular a un bebé

La puesta en marcha de una estimulación temprana es una decisión absolutamente personal. Los padres son los que pueden decidir si la quiere aplicar o no al cotidiano con su hijo. Sin embargo, si deciden por la estimulación temprana, deberán iniciarla lo más breve posible ya que, según los expertos, la flexibilidad del cerebro va disminuyendo con la edad. Desde el nacimiento hasta los 3 años de edad, el desarrollo neuronal de los bebés alcanza su nivel máximo. A partir de los tres años, empezará a decrecer hasta su total eliminación a los 6 años de edad, cuando ya estarán formadas las interconexiones neuronales del cerebro del bebé, haciendo con que sus mecanismos de aprendizaje sean parecidos a los de una persona adulta. Por supuesto que continuarán aprendiendo, pero no al mismo ritmo y con todo el potencial de antes.

Todos los bebés experimentarán diferentes etapas de desarrollo que pueden ser incrementadas con una estimulación temprana. Para eso, se debe reconocer y motivar el potencial de cada niño individualmente, y presentarle objetivos y actividades adecuadas que fortalezcan su autoestima, e iniciativa y aprendizaje. La estimulación que recibe el bebé en sus primeros años de vida, constituyen la base de su desarrollo futuro. 

Aparte de las actividades que se aplican en la estimulación del bebé, es muy importante destacar que el ambiente también es una herramienta a tener en consideración. El ambiente no es solo un lugar tranquilo, donde se respira el respeto, la tolerancia, la paciencia, el acuerdo y la unión, también son las personas que acompañan al pequeño. Si el bebé cuenta con la compañía de personas significativas para él, como es el caso de sus padres o educadoras, se sentirá apoyado en su vínculo afectivo, en sus habilidades y destrezas. La estimulación será más completa.



domingo, 12 de junio de 2011

La Importancia de los Límites

"Educar a un niño es como sostener en la mano un jabón.
Si aprietas mucho sale disparado, si lo sujetas con indecisión se te escurre entre los dedos, una presión suave pero firme lo mantiene sujeto”. (Anónimo)

La vida actual ha cambiado los sistemas educativos. Los padres comparten más con los hijos y tienen una relación menos distante, pero a la vez son muchas las familias en que ambos progenitores trabajan fuera de casa y tratan de compensar el tiempo perdido con excesiva permisividad y concesiones de todo tipo.
Hoy en día se está dejando de lado el modelo autoritario en el que los niños cumplen órdenes sólo porque la autoridad lo dice, por un modelo más flexible, permisivo y tolerante. Pero es fundamental comprender que ese nuevo modelo no significa no poner límites. Por el contrario, hoy en día se busca formar niños independientes, autónomos, seguros y reflexivos, para lo cual el establecimiento de límites es primordial.

Los límites constituyen un eje organizador de la vida de los niños, les proporcionan seguridad, son una referencia de sus conductas y les enseñan a renunciar a sus deseos y a tolerar la frustración. Estos les permiten darse cuenta de lo que pueden y lo que no pueden hacer, ordenando y dando un sentido a su existencia. Le dan la seguridad para saber hasta dónde puede llegar, qué puede hacer y qué no; también, le indican que sus actos tienen consecuencias, tanto positivas como negativas, con lo cual va aprendiendo que hay situaciones que pueden generarle daño, sin límites no puede autorregularse.


¿Qué es un Límite?
Es sinónimo de amor y contención.
Es el primer acto de amor que los papás le ofrecemos en la vida.
Es el primer organizador de su vida.
No es algo más agregado, que puede ponerse o no. SIEMPRE están, aún sin estarlo
Dar y poner límites es enseñarle a nuestro hijo a que aprenda a esperar y a saber que todo no es aquí y ahora. Que hay cosas que puede y hay otras que no puede hacer o tener.

El ser humano necesita normas y rutinas para crecer y desarrollarse con estabilidad y seguridad emocional. Los límites le dan al niño una sensación de seguridad. Cuando crecen con límites y reglas establecidas saben qué esperar ante sus acciones y saben lo que sus padres esperan de ellos. Pero es necesario establecer qué se considera importante y  qué es apropiado para la edad del hijo y luego dejárselo claro. Las reglas contradictorias o poco claras solo confunden y a veces llegan a generar problemas en la pareja por el poco acuerdo que existe entre ambos, y el niño busca ahí el espacio para manipular. Ambos padres deben estar de acuerdo y crear un frente unido, ya que los niños desde muy pequeños perciben todo lo que les rodea.


Los límites son necesarios porque:

•    Dan seguridad y protección: si el niño es más fuerte que los padres y es él quien pone límites, no se podrá sentir protegido.

Permiten predecir la reacción de los padres ante determinadas situaciones y comportamientos.

•    Ayudan al niño a tener claros determinados criterios sobre las cosas. Son una referencia.

•    Les permite afrontar con éxito las situaciones sociales aprendiendo valores. Fortalecen su conducta y crecimiento personal.

•   Les permite un mayor Autocontrol. El grado de autocontrol que tienen los niños depende, en gran medida, de la actitud de los padres.  El autocontrol como la tolerancia al dolor se educa.

•    Favorecen el desarrollo moral: qué es lo que puedo y lo que no puedo hacer.

Teniendo en consideración los puntos anteriores que demuestran la necesidad de que los niños deben aprender constantemente límites para sentirse seguros y aceptados en nuestra sociedad. Es imperioso determinar de qué manera podemos educar a nuestros hijos de tal manera que “Enseñar” no sea sinónimo de “Castigar”.
  
¿Como podemos aplicar límites y no morir en el intento?
Una disciplina eficaz a la hora de aplicar los límites a nuestros hijos es lo más importante. Si nosotros presentamos una buena regla, nuestro hijo estará dispuesto a cumplirla porque lo que quieren ellos es agradarnos y encajar en nuestra sociedad. No nos encontramos preparados para establecer los límites. Nos falta habilidad para hacerlo. Hablamos demasiado, exageramos en la emoción, y en muchos casos, nos equivocamos en nuestra forma de expresar con claridad y con demasiada autoridad. Cuando necesitamos decir a nuestros hijos que deben hacer algo y "ahora" (recoger los juguetes, irse a la cama, etc.), debemos tener en cuenta algunos consejos básicos:

1.    Tener objetividad
2.    Ofrecer opciones
3.    Ser firmes
4.    Acentuar lo positivo
5.    Siempre explicar el por qué de la regla establecida
6.    Sugerir una alternativa
7.    Ser consistentes
8.    Desaprobar la conducta, no al niño o niña
9.    Controlar las emociones

El no imponer límites y no darnos el tiempo de enseñar a nuestros hijos a diario puede traer algunas consecuencias para su posterior desarrollo que no les permitirán ser adultos sanos y felices. Es por eso que la investigación demuestra que los niños sin límites en la infancia, pueden tener graves problemas de conducta y de aprendizaje en la escuela, tienen una adolescencia más conflictiva y no tienen un buen futuro desde el punto de vista emocional.

De esta manera algunas de las consecuencias serían:

•    Niños egocéntricos, intolerantes y caprichosos
•    Se enfadan frecuentemente
•    Mandan en la casa
•    Culpan a los demás de sus errores
•    Pueden desarrollar también una personalidad tímida, inhibida, insegura

Algunas sugerencias:

1. Pedir a los niños que se comporten o que hagan cosas en las que los propios padres sirvan de ejemplo a imitar (pedirles que lean, cuando  los padres también lo hacen).

2. Cuando haya un comportamiento adecuado o inadecuado que a este comportamiento le siga siempre una consecuencia.

3. Evitar las contradicciones: el padre dice una cosa y la madre otra.

4. Transmitir las normas o límites de forma clara y concisa. En casa habrá unos límites y el niño sabrá las consecuencias de su cumplimiento o incumplimiento.

5. No poner un número excesivo de normas o límites y siempre acorde con la edad.

6. Evitar poner unos límites excesivamente estrictos. 


!!!Paciencia, buena práctica y buena suerte!!!







Entrada basada en una publicación de "Cosquillitas en la Panza"