|
domingo, 18 de diciembre de 2011
EXPERIENCIAS MOTORAS TEMPRANAS AYUDAN A LOS BEBÉS EN SU DESARROLLO SOCIAL
Desarrollo del niño de 21 a 24 meses
Sus músculos faciales de la expresión, sin embargo, son más móviles y sus músculos de las mandíbulas están más controlados, la masticación no es tan difícil como a los dieciocho meses y comienza a ser rotatorio.
En cuanto a su conducta personal-social, posee un amplio sentido del mío y un sentido muy débil del tuyo. Puede acumular pero le cuesta compartir.
La exploración normal de los objetos apoyada en la actividad conjunta con los adultos le ayudará a descubrir sus propiedades. Poniendo a su alcance distintos objetos que requieren acciones específicas adaptadas a sus características (abrir una caja, ensamblar una pieza con otra...) e interactuando verbalmente con él acerca de éstas, es como el niño progresa y se desarrolla en el conocimiento de lo que le rodea.
A los 24 meses, el niño o la niña manifiesta simpatía o antipatía hacia personas concretas. Comienza a interesarse por sus propios objetos.
En este periodo, ya usa los pronombres, reconoce que hay dos tipos de vestidos, adornos, ... como pertenencia a una de las categorías sexuales. Es capaz de elegir ropas adecuadas, colabora al vestirse y desvestirse y empieza a controlar esfínteres por el día, y a tener hábitos en la mesa, aunque no conoce aún las normas sociales y esto a veces da lugar a rabietas.
Orientación de actuación familiar en este periodo de edad
1. Cuando lo vistas y desvistas, trata de darle tiempo para que colabore. Proporciónale prendas amplias y cómodas para que pueda desvestirse solo.
2. Si te expresa la necesidad de ir al baño, felicítalo por ello y estimulaló para que lo repita en otras ocasiones.
3. Estimúlalo para que participe en actividades de la vida cotidiana: guardar sus juguetes en el juguetero, colocar sus zapatos en el zapatero, guardar los calcetines en el cajón...
4. En el momento del baño, dale una esponja para que se enjabone. Nombra cada parte del cuerpo que vaya enjabonando.
5. Juega con el/ella, ayúdalo a construir casas, puentes, torres... Puedes utilizar cajas de cartón de distintos tamaños o cualquier otro objeto a mano.
6. Cuida la relación de tu hijo cuando juegue con otros niños o niñas, a veces será brusco o mandón, tened paciencia, poco a poco será capaz de esperar turnos y compartir.
7. Muéstrale láminas o fotos de objetos familiares para que los nombre, poco a poco introduce láminas nuevas para ir ampliando su vocabulario.
8. Muéstrale objetos conocidos de distinto tamaño y pregúntala cuál es el más pequeño o el más grande (zapato del adulto y de él, caja grande y pequeña...)
9. Coloca globos en una cinta y ponla a la altura suficiente para que tenga que cogerlos de puntillas.
10. Juega a golpear globos en el aire sin que caigan al suelo.
11. Dale lápices de colores de más gruesos a más finos y hoja de papel para que dibuje libremente, presta especial interés cuando te explique qué está dibujando.
12. Realiza un camino en el suelo con tizas: caminar sobre él hasta llegar a coger un objeto que haya colocado al final, rodar un cochecito por el camino como si fuera la carretera...
13. Juega con él/ella a desenvolver cosas cada vez más pequeñas.
14. Cuando se ensucie la cara o las manos, dejalé que se lave solo, acércale una toalla para que se seque.
15. Un buen ejercicio es pedirle que busque la ropa cuando vayas a vestirle.
16. Ofrécele muñecos y animales de paño e invítale a que dramatice con ellos.
Psicóloga col. AO-01884
miércoles, 14 de diciembre de 2011
Una guía para que las parejas rompan sin dañar a sus hijos
He aquí una iniciativa interesante para afrontar una situación delicada. La información es de la agencia Europa Press. “El Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid ha editado una guía con pautas para que las parejas afronten las rupturas sin dañar a sus hijos, en la que se explica qué sienten y cómo actúan los niños tras la separación de sus padres e incide en el modelo de impedir que el proceso resulte doloroso para los menores.
La guía, elaborada por el psicólogo José Manuel Aguilar Cuenca, pretende aportar unas pautas y consejos para que los padres afronten su separación “con la madurez suficiente, de manera respetuosa y asumiendo que la estabilidad de sus hijos es lo primero que hay que preservar”.
La publicación, titulada ‘Ruptura de pareja. Guía para afrontarla sin dañar a los hijos’, analiza cómo cambia la vida de una familia y la de los menores tras una separación y “cómo cambian los sentimientos”.
Ante esta situación, señala que “los niños tienen que tener la seguridad de que (sus padres) están con ellos y les siguen queriendo igual que siempre”. “Ningún regalo, viaje o capricho puede sustituir a la necesidad que tiene el niño de sentirse cerca de sus padres”, indica el Defensor.
La guía explica también las emociones de los padres y la importancia de apoyarse en familiares y amigos. Desde el primer momento se debe tener claro que los abuelos y posibles nuevas parejas también son familia y deberán asumir el rol que les corresponde.
Es importante también que los padres sepan decírselo a los menores. “Hay que contarles la verdad, con calma, sin prisas, obviando aspectos que no aportan nada y que pueden hacerles daño”, ya que “lo que importa es saber que sus padres van a seguir ahí”, destaca.
“Es importante transmitirles que la decisión de separarse no tiene nada que ver con el afecto que sienten por ellos y que ellos no tiene que decidir nada ni ponerse del lado de ninguno”, explica el Defensor.
Las separaciones afectan de manera diferente en función de la edad. A un niño entre tres y siete años quiere estar continuamente con sus padres y expresa su malestar con rabieta o la vuelta a conductas infantiles. Entre los siete años y la adolescencia, pueden darse alianzas con uno de los progenitores y reprocharle al otro la ruptura de la convivencia. Por ello, no se debe hablar mal del otro. A partir de los catorce años pueden buscar apoyo en otras instancias que no son los padres y pueden aparecer “conductas de riesgo”.
martes, 6 de diciembre de 2011
Poner límites a niños y adolescentes
El abandono de tácticas excesivamente autoritarias no debe desembocar en una permisividad contraproducente para padres e hijos.
Una de las grandes dudas de padres y madres en la educación y socialización de sus hijos e hijas es referente a los límites que deben imponerles en sus actitudes y comportamientos. ¿Cuándo hay que recriminar, advertir o castigar a un niño? ¿En qué momento el ejercicio de la autoridad pasa de lo necesario a lo abusivo? ¿Cómo podemos guiar a nuestros hijos sin generar tensiones innecesarias? Las preguntas se amontonan y no siempre se encuentran respuestas. Un primer paso para afrontar estas dificultades consiste en tomar conciencia de que no es beneficioso, para pequeños ni para adultos, proteger y excusar por sistema la actitud de los hijos e hijas.
Las consecuencias de la permisividad total y la sobreprotección pueden ser muy negativas. He aquí dos ejemplos reales y cada vez más habituales. En el primer caso, un niño de unos ocho años se acerca a una mochila en un centro comercial y le arranca un elemento decorativo. El dependiente le llama la atención y le pide que se lo devuelva. El niño acude a su padre diciendo que el empleado le ha maltratado. Acto seguido, el padre se encara con el dependiente y le desautoriza de malos modos, en público y delante de su hijo. ¿Qué aprende este niño? Que su padre le defenderá aunque se comporte mal. Es decir, que portarse mal no está mal.
En el segundo, un padre es juzgado por abofetear a un profesor. La razón: el docente había amonestado a su hija porque no quería entrar en clase tras el recreo. El padre no acude al juicio. El profesor no pide sanción: sólo quería que el progenitor le pidiera disculpas delante de su hija, para que ésta supiera la diferencia entre un comportamiento correcto y otro incorrecto. Pero no hay disculpas y el profesor ha cambiado de colegio. La niña sigue en el centro.
Del autoritarismo a la libertad
Estos son sólo dos muestras de un fenómeno social creciente y preocupante que no tiene una sola explicación. Muchos investigadores aseguran que la experiencia familiar de los actuales progenitores ha influido de forma notable. Hace veinte años, adultos formados con una educación familiar estricta se estrenaron en la tarea de ser padre o madre, convencidos de que había que superar el autoritarismo que habían sufrido. Eso empujó a muchos de ellos a dejar hacer, a no llevar la contraria al hijo o hija para que no sufriera traumas psicológicos, a no usar los castigos como método de aprendizaje, a satisfacer caprichos, a proteger a los hijos e incluso desprestigiar en algunos casos a otros educadores, principalmente maestros.
La tolerancia a la frustración y el autocontrol
En la educación de un hijo no se pueden evadir las normas ni la jerarquía. Un niño aprende que cuando su madre o su padre dicen que no, esa decisión es inamovible. La frustración que le generará es inevitable, pero debe aprender a tolerarla y convivir con ella porque las normas son precisamente las que le dan seguridad y le enseñan a confiar en un criterio sólido.
Ante una pataleta o un enfado, se le puede ignorar hasta que recobre la calma, pero no celebrar que se ha tranquilizado ni negar el conflicto. Tras perder el autocontrol y recuperar la tranquilidad, el niño aguarda expectante. La indiferencia le dolerá más que un castigo ponderado, por lo que conviene hacerle ver lo estéril de su comportamiento con un ejercicio de la autoridad que le permita aprender algo de la experiencia.
Poner límites a las conductas, no a los sentimientos
Los niños necesitan ser guiados por los adultos y para ello es fundamental establecer reglas con las que fortalecer conductas y lograr su crecimiento personal. Los límites se deben orientar al comportamiento del niño, no a la expresión de sus sentimientos. Se le puede exigir que no haga algo, pero no se le puede pedir, por ejemplo, que no sienta rabia o que no llore. Los márgenes deben fijarse sin humillar al niño para que no se sienta herido en su autoestima. Por eso, no se debe descalificar ("eres un tonto", "eres malo"...), sino marcar el problema ("eso que haces o eso que dices está mal"). Conviene dar razones, pero no excederse en la explicación. Los sermones no sirven de mucho. Los niños responden a los hechos, no a las palabras. Un gesto de firmeza y serenidad, acompañado de pocas palabras será más efectivo que un discurso.
¿Por qué nos cuesta poner límites a nuestros hijos e hijas?
- Porque no nos sentimos suficientemente fuertes para enfrentarnos a nuestros hijos.
- Porque demasiado a menudo somos complacientes con nuestros hijos e hijas para compensar el poco tiempo que les podemos dedicar.
- Porque cuando nuestra autoestima no pasa por su mejor momento queremos ser aceptados por nuestros hijos.
- Porque los adultos, el padre y la madre, se desautorizan mutuamente y se siguen líneas de actuación claramente contradictorias.
Pautas para padres y madres
- Deben dedicar tiempo a los hijos. Muchas conductas de los hijos no se controlan simplemente porque su padre y su madre no están disponibles para atenderles.
- El niño tiene que aprender que rebasar los límites puede traer consecuencias negativas para él. En cualquier caso, esas consecuencias deben ser proporcionadas y, a poder ser,inmediatas para que el niño lo entienda perfectamente.
- En lo posible, las reglas y los castigos deben ser pactados entre los padres y los hijos.
- La disciplina sólo la pueden ejercer adecuadamente los progenitores que sean capaces de combinar el cariño y el control.
- Conviene recordar que lo que más influye en nuestros hijos no es lo que les decimos o lo que les hacemos, sino cómo "somos". Por eso, la educación representa no sólo revisar nuestras conductas con ellos, sino nuestra forma de ser como personas.
- Se precisa un buen clima familiar.
- Es normal que los niños prueben tanteando a sus padres para comprobar hasta dónde pueden llegar. Es en ese momento cuando más firmes deben mostrarse los padres. Si ceden, luego será muy difícil dar marcha atrás.
- Todo ello incluye la necesidad de que los padres sean razonablemente flexibles, según las circunstancias y la edad.
- Los efectos de no poner límites moldean a un niño que nunca tiene suficiente, que exige cada vez más y que tolera cada vez peor las negativas, un niño que crece con una escasa o nula tolerancia a la frustración.
·
lunes, 5 de diciembre de 2011
Felicitación de Navidad
Navidades Sorprendentes
Realizado por Cefa Toys. Los Reyes Magos o Papá Noel felicitan
la Navidad a mayores y pequeños.
Puedes rellenar un cuestionario y poner una foto de la persona
a sorprender y sorpréndel@.
Mira sus caritas de sorpresa y felicidad.
domingo, 4 de diciembre de 2011
Los Juguetes
Los juguetes son herramientas esenciales para el buen desarrollo del niño. Juega un papel importante en la formación de los conceptos, aptitudes, expectativas y socialización en los niños.
Desde siempre, los niños han tenido la necesidad de una actividad; de moverse, curiosear, de manipular y experimentar objetos, de crear, de relacionarse, e intercambiar acciones, vivencias y sentimientos.
El juego, además de ser una actividad, ayuda al niño a desarrollar todas sus funciones psíquicas, físicas y sociales. Los niños desarrollan las múltiples facetas de su personalidad: aprenden a relacionarse con el entorno, desarrollan sus aspectos más creativos y perfeccionan sus múltiples habilidades ayudándoles a canalizar tanto su energía vital física, como la mental y la emocional.
Todo esto es de gran ayuda en su desarrollo integral como personas completas, facilitándoles también su integración en el entorno social en el que se mueven. Es por todo ello por lo que es imprescindible buscar el juguete adecuado a cada edad y momento, y ser muy conscientes del papel que tendrá en el desarrollo del niño. El juego cambia a la medida que el niño va creciendo. Pronto el niño estará representando personajes y podrá expresarse y comunicarse libremente; además establecerá reglas en los juegos, ejercitando su capacidad de autocontrol y autonomía.
En el mercado, la oferta de juguetes es tan grande y variada que es muy difícil decidirse por el más adecuado o el mejor. ¿Qué se debe considerar a la hora de elegir un juguete para un niño? GuiaInfantil.com ha preparado algunos consejos y sugerencias para que los padres puedan orientarse a la hora de elegir y comprar juguetes para los niños.
Consejos para elegir juguetes:
1. El juguete debe ser deseado por el niño/a.
2. Que sea seguro. Debe estar confeccionado con materiales que no se astillen o sean cortantes si se rompen. Los colores han de ser sólidos y no tóxicos. Cuanto más pequeño es el niño/a más grandes deben ser los juguetes.
3. Debemos comprarlos adecuados a su edad pensando, siempre, en la finalidad y actitudes que desarrollan en nuestros hijos.
4.Tengamos en cuenta su personalidad: un niño/a retraído necesitará juegos socializadores (varios jugadores); a un niño/a hiperactivo/a le resultarán adecuados juegos de atención, artísticos, etc...
5. Que sea simple. Esto aumentaría la gama de usos que se pueden hacer de él, desarrollando su fantasía y su capacidad simbólica.
6. No comprarlos para satisfacer un capricho momentáneo del niño/a.
7. Generalmente no deben ser utilizados para premiar o castigar a un niño/a.
8. Debemos tener en cuenta que el exceso de juguetes mata la fantasía y produce aburrimiento. Los niños necesitan pedir ante todo.
9. Conviene instruir a los familiares para que no regalen juguetes de forma indiscriminada.
10. El mejor juguete no es necesariamente el más caro.
2. Que sea seguro. Debe estar confeccionado con materiales que no se astillen o sean cortantes si se rompen. Los colores han de ser sólidos y no tóxicos. Cuanto más pequeño es el niño/a más grandes deben ser los juguetes.
3. Debemos comprarlos adecuados a su edad pensando, siempre, en la finalidad y actitudes que desarrollan en nuestros hijos.
4.Tengamos en cuenta su personalidad: un niño/a retraído necesitará juegos socializadores (varios jugadores); a un niño/a hiperactivo/a le resultarán adecuados juegos de atención, artísticos, etc...
5. Que sea simple. Esto aumentaría la gama de usos que se pueden hacer de él, desarrollando su fantasía y su capacidad simbólica.
6. No comprarlos para satisfacer un capricho momentáneo del niño/a.
7. Generalmente no deben ser utilizados para premiar o castigar a un niño/a.
8. Debemos tener en cuenta que el exceso de juguetes mata la fantasía y produce aburrimiento. Los niños necesitan pedir ante todo.
9. Conviene instruir a los familiares para que no regalen juguetes de forma indiscriminada.
10. El mejor juguete no es necesariamente el más caro.
Juguetes por edades para los niños
0-6 MESES: Necesita juguetes que le ayuden a descubrir su cuerpo y a distinguir diferentes texturas, formas y colores. Los sonajeros, móviles de cuna, muñecos de goma, mordedores, alfombras con actividades, etc.
7-12 MESES: El bebé empieza a explorar los objetos y a reconocer voces. Pelotas, muñecos de trapo, juguetes sonoros, tentetiesos, balancines y andadores.
13-18 MESES: Los niños/as saben andar y reconocen las propiedades de los objetos. Los cubos para encajar y apilar, las bicicletas con ruedas y los cochecitos. 19-24 MESES: El niño/a habla y comprende, empieza a descubrir su entorno. Coches, bicicletas, pizarras, pinturas, instrumentos musicales, muñecas y animalitos.
2-3 AÑOS: Empiezan a sentir curiosidad por los nombres e imitan escenas familiares. Triciclos, palas, cubos, rompecabezas, pinturas, teléfonos y muñecas.
3-5 AÑOS: El niño/a empieza a preguntar, a aprender canciones y a jugar con sus amigos/as. Bicicletas, pizarras, magnetófonos, cuentos, marionetas y muñecos articulados.
6-8 AÑOS: El niño/a sabe sumar y restar, leer y escribir. Monopatines, coches teledirigidos, juegos manuales, de preguntas y de experimentos.
9-11 AÑOS: Se interesan por actividades complicadas. Complementos deportivos, juegos de estrategia y reflexión, audiovisuales, electrónicos y experimentos.
MÁS DE 12 AÑOS: Disminuyen las ganas de jugar con juguetes y van construyendo su propia identidad. Libros, música y vídeos-juegos.
sábado, 3 de diciembre de 2011
viernes, 2 de diciembre de 2011
Libro Blanco del TDH
LIBRO BLANCO DEL TDH
En este manual, las familias encontraran la orientación básica y necesaria de cómo dar pasos firmes y efectivos ante los centros escolares, sanitarios y las administraciones, tras un diagnóstico de TDAH para conseguir un correcto abordaje. El libro lo componen tres secciones: SOSPECHA, DIAGNÓSTICO y TRATAMIENTO en las que se especifican las medidas a tomar dependiendo de la fase en la que se encuentre la familia.
Pincha este enlace:
Suscribirse a:
Entradas (Atom)