Cuando hablamos de agresividad nos viene a la cabeza gente
pegándose, insultándose o gritando. No obstante, la agresividad no es más que
la manifestación de una emoción que subyace a ella: la ira. Cuando un niño
reacciona y pega a su compañero, no debemos limitarnos a pensar que lo hace
porque el otro le ha molestado, aunque es probable que así sea, sino
recapacitar sobre qué valores estamos
transmitiendo a nuestros
hijos y qué modelos de actuación les estamos dando para que su respuesta
inmediata ante un conflicto sea la agresividad o la violencia
Pero,
¿qué es la ira? Es una fuerza interna que surge de nosotros para dar respuesta
a diferentes situaciones que vivimos y que nos producen tensión, malestar o
frustración. No obstante, es cierto que ante las mismas frustraciones o
situaciones negativas no todos respondemos de la misma forma; esta diferencia
depende del temperamento de cada persona, pero también de experiencias previas,
de los pensamientos y creencias, de los modelos vividos…
La ira es una emoción que es necesario encauzar de manera
adecuada, expresándola a través del lenguaje u otras formas de conducta, pero huyendo de la agresividad o destrucción hacia los otros.
Aunque ciertas emociones, como la ira, la tristeza o el miedo
suelan definirse como negativas, todas las emociones tienen algo positivo. La ira es muy
importante, ya que hace al ser humano evolucionar y crecer interior y
exteriormente. Así, cuando no conseguimos nuestros objetivos y nos enfadamos
con nosotros mismos, esta emoción nos da fuerza para luchar más intensamente
por lo que queremos y nos ayuda a superarnos. Por eso es importante que no la
ignoremos en los niños ni intentemos que la repriman, ya que es una fuerza
positiva que ayuda a mantener la vida y a avanzar hacia nuestras metas; eso sí,
siempre que la canalicemos adecuadamente.
¿Qué hacer ante las conductas agresivas de nuestros hijos?
Cuando
tu niño manifiesta expresiones de ira tales como gritar, pegar o romper cosas,
lo más habitual es decirle: “No grites”, “No pegues”… Pero hay que pensar que
la partícula “no” es una negación, y con ella pretendemos la paralización de la
conducta, pero insistiendo en el “no”, no ayudaremos a nuestros hijos a saber
qué hacer. Por lo tanto, es fundamental seguir una estrategia diferente:
1- Mantener el control: Es muy importante que los
padres sean capaces de controlarse, ya que los niños imitan lo que ven. El
dicho “haz lo que yo diga y no lo que yo haga” no vale con los niños. Si cuando
te enfadas con él le gritas o incluso le insultas, será lo que él haga cuando
sienta ira. Pero si le demuestras que hablando y con una actuación coherente el
enfado desaparece, lo percibirá como una forma de expresión eficaz.
Para
conseguir este objetivo es fundamental canalizar la ira exteriorizando los
sentimientos de manera adecuada, haciendo que reflexionen y recuperen la calma,
acercándonos a ellos con comprensión, escuchando activamente y dialogando sobre
lo que ha pasado. Así conseguiremos que reconduzcan esos sentimientos. Para
mantener el control es bueno contar hasta diez, respirar profundamente, pensar
antes de actuar, hablar en un tono bajo pero firme…
2- Observar a tu hijo, investigar y reflexionar sobre su
comportamiento para saber qué está pasando: Es frecuente etiquetar
comportamientos de los niños sin tener en cuenta factores como si están
enfermos, cansados y, por supuesto, sin valorar el tipo de comportamiento. No
es lo mismo que entre en casa dando un portazo y gritando, a que esté
insultando a su hermana porque le ha roto algo. Observar implica ver qué hace y
por qué lo hace.
3- Reflexionar con él sobre las causas de su enfado: En el momento que el niño
establece una relación directa entre motivos y conductas, comienza a analizar
las situaciones de una forma más eficaz y aprende a responder también de un
modo más adaptativo. También es muy importante identificar los antecedentes del
comportamiento, no solo externos (me han insultado, no me deja su juguete…),
sino también internos (hambre, cansancio, etc.). Y, finalmente, cuando nos
cuente algo hay que prestarle una atención constante.
4- Enseñarle las conductas adecuadas que le permitirán prevenir,
canalizar y no utilizar la agresión verbal o física. Si observas que cuando tu hijo
quiere algo va a otro niño y se lo quita sin más, o le pega, debes ayudarle a
utilizar otros comportamientos.
5- Insistir en que utilice el lenguaje. Es muy
importante que utilice la palabra para expresar su ira. El hecho de que diga
“Estoy enfadado” implica que ha identificado la emoción, un primer paso para
expresarla adecuadamente.
6- Medir la información que damos al niño sobre su
comportamiento. Hay que evitar expresiones como “eres malo por pegar a Luis”,
“cuando te pones así eres insoportable”. Todas estas verbalizaciones se refieren
a una calificación global y estado permanente del niño (“eres”) y sin duda
minan su autoestima. Por eso es fundamental que aprendas a criticar el acto
concreto y no al niño; “el hecho de que hayas pegado a Luis está muy mal y
significa que no querrá jugar más contigo”.
7- Ser justo con él. En ocasiones, estarás tan
enfadado que te resultará imposible no gritarle o decirle algo incorrecto. Si
después, una vez calmado, reflexionas y le pides perdón por el comportamiento
erróneo, verá que reconocer el error no nos hace peores y que es algo que debe
hacerse cuando uno se equivoca. No por ello perderás autoridad, sino que
ganarás su respeto.
Técnicas para aprender a canalizar la ira:
- Establecer normas
claras que ayuden a los niños a
autorregular su conducta
Una de
las mayores fuentes de conflicto que tenemos en casa con los niños son las
disputas que surgen por no cumplir las normas establecidas, que implican en
muchas ocasiones reacciones agresivas por parte de los niños y, a veces,
también del adulto. Si logramos que los niños interioricen y asuman una serie
de normas, estas van a impedir que surjan conductas expansivas hacia el medio,
porque los niños habrán aumentado su tolerancia a la frustración, habrán creado
normas internas que comprenderán y aceptarán y no verán al adulto como el
enemigo, que siempre dice cien veces lo que tiene que hacer fastidiándole
cuando está jugando.
- Enseñar
y reforzar comportamientos incompatibles con la agresividad
Debes
enseñar al niño frases que no sean agresivas para responder a una disputa. Por
ejemplo, a pedir las cosas por favor, a decir “No me molestes, por favor” en
lugar de gritar o empujar… El niño comprobará que usando estas frases evita
muchas discusiones y obtiene lo que quiere sin necesidad de pegarse.
El niño
no debe ser ni agresivo, ni pasivo (permitir que le pisen), sino asertivo. La
persona asertiva dice lo que piensa sinceramente y lo que le parece justo, pero
sin faltar a los derechos de los demás ni perder los suyos.
Para
enseñarle a desarrollar este tipo de conducta, podéis hacer dramatizaciones con
muñecos representando diferentes situaciones (cómo pedirle a alguien que baje
la música, cómo pedirle a un amigo un juguete, etc.); leerle cuentos en los que
las disputas se resuelvan dialogando; alabarle cuando se comporte como es
debido…
- Desarrollar la empatía
Es
quizá una de las tareas más difíciles de conseguir. Ser empático es comprender
al otro, factor que no implica de ninguna manera el modificar nuestros
pensamientos o estar de acuerdo con él. Es ponerse en el lugar del otro para
entender lo que ha hecho y por qué.
Cuando
tu hijo pegue a otro debes decirle: ”Cuando te pegan a ti, ¿cómo te sientes?
¿Te gusta?”. Para trabajar la empatía con los niños, aprovechad los hechos
cotidianos y cuando veáis una película o contempléis una situación en la que
una de las personas está siendo agredida, haced que se ponga en su lugar y que
reflexione sobre cómo se sentirá la otra persona.
Una
buena idea es jugar a las adivinanzas. Proponle una situación y dale tres
opciones sobre cómo se sentirá una persona si le ocurre eso.
- Aprender a rectificar y pedir perdón
Solo
cuando el niño reconoce su falta, puede responsabilizarse de su actuación y
corregir las consecuencias de su conducta. Pedir perdón y arrepentirse es fundamental
para lograr que no vuelva a cometer el mismo acto.
- Aprender a resolver problemas
Muchas
veces los niños responden de una manera agresiva porque no saben actuar de otra
forma, les faltan habilidades para solucionar problemas. Para enseñarle a resolver
un problema, debéis entrenaros siguiendo estas pautas:
-
Identificar el problema
- Quién
tiene el problema
-
Posibles soluciones
-
Consecuencias de cada una de estas posibles soluciones
-
Elección de la mejor solución
-
Puesta en práctica
- Reforzar
el resultado si ha sido positivo
-
Revisar el problema si ha habido un error
Podéis
tener un cuaderno en el que vayáis apuntando diferentes situaciones vividas por
el niño para ver cómo ha afrontado cada una de ellas.
- Desarrollar estrategias de autocontrol
Explícale
claramente en qué consiste el autocontrol y ponle ejemplos concretos de la vida
cotidiana en los que debe controlarse (cuando un compañero le empuja sin querer
en el patio, cuando no le dejáis ver la tele más rato, cuando le ordenáis recoger
la mesa y está jugando…).
Las principales técnicas de autocontrol son: modificación del
pensamiento (“tengo que ganar” por “tengo que pasármelo bien e intentar
ganar”); métodos de relajación (los mejores para niños son el de Jacobson y el
de Shultz); autocontrol corporal (muchas veces “sueltan la mano” sin darse ni
cuenta) y emocional.
- Fomentar una
autoestima positiva
Una de
las variables más significativas para la adaptación social y el éxito en la
vida es tener una autoestima positiva, es decir, saberse y sentirse competente
en diferentes aspectos.
La
autoestima negativa es muy frecuente en los niños que siempre están siendo
regañados por su mal comportamiento, lo que les genera a su vez ira y les lleva
a exacerbar sus malas actitudes. Lo que los demás piensan sobre ellos les lleva
a construirse una imagen de sí mismos que les obliga a comportarse de la forma
que se espera de ellos, proyectándola en todos los planos de su vida. De este
modo, el niño que ha sido etiquetado como “agresivo” se siente mal consigo
mismo y refleja este malestar en los demás a través de las conductas negativas
por las que se le recrimina. Por eso es importante evitar frases como “eres
malo”.
Por el contrario, si el niño tiene una buena autoestima se
comportará de forma agradable y será cooperador, responsable y asertivo. Para
fomentar su autoestima, acéptale y valórale tal como es, premia sus buenos
comportamientos, dale responsabilidades adecuadas a su edad, demuéstrale
siempre afecto verbal y físicamente, proporciónale seguridad, respeta sus
diferencias…
Fuente: http://www.todopapas.com/ninos/psicologia-infantil/como-canalizar-la-ira-en-los-ninos-3903