El que los niños tengan miedo a cualquier situación extraña o peligrosa es bastante habitual y hasta cierto punto normal. Los mecanismos psicológicos por los que operan los procesos de desarrollo del niño suelen ser, en ocasiones frágiles debido a las características del ambiente en que se desenvuelve, y resulta bastante lógico que aprendan a tener miedo. El niño oye hablar de miedo, tanto en casa como en la tv., del hombre "del saco" y de multitud de personajes desagradables para la sensibilidad infantil. Como consecuencia de toda esta presión ambiental, se producen aprendizajes erróneos a situaciones que podían resultar normalmente neutras y sin peligro para ellos, que, junto con otras influencias que proceden de la imitación (padres, contexto educativo, tv...) llegan a constituirse en verdaderos problemas de comportamiento que alteran considerablemente el desarrollo psicobiológico del niño.
El problema se plantea cuando las reacciones que manifiesta interfieren de tal modo en su vida diaria, que imposibilita vivir feliz y adaptado a la propia familia, amigos o escuela.
El miedo más común en los niños es el miedo a la oscuridad, que aparece entre los 4 y los 10 años. La oscuridad, que por sí sola no resulta amenazante, se asocia con frecuencia a acontecimientos con sobrecarga de miedo. Por ej. el ladrón que entra a robar, el monstruo, ruidos ... suelen ir asociados de oscuridad, de esta forma se generaliza el miedo a cualquier situación de oscuridad.
Otra de las causas que originan el miedo a la oscuridad es aquella producida involuntariamente por algunos padres que acuden a los llantos o demandas del niño que está durmiendo en la habitación a oscuras. Al entrar encienden la luz y acuden a calmarlo, y a estar con él. El niño encuentra consuelo a sus sollozos originado por cualquier otra causa (ruido, dolores, sueños ...). Esta escena se repite a diario en casi todos los hogares donde hay niños pequeños. Es a través de esta repetición mediante la que se asocia: llanto - oscuridad - entrada de la madre - luz.
Otra de las posibles causas del miedo a la oscuridad puede serlo también los acontecimientos traumáticos ocurridos repetitivamente en situaciones de oscuridad, tales como sacudidas de las persianas por el viento, ruidos bruscos, sobresaltos... Aunque el mecanismo sigue siendo el mismo, se asocia lo que ocurre a lo que le rodea, es decir, el susto, el ruido, el lloro se une y se relaciona con la oscuridad que es la situación en la que se encuentra el niño en ese momento de la ocurrencia.
El miedo se considera normal desde el punto de vista de necesidad de autoprotección del organismo ante la presencia de peligros que amenacen al sujeto. Hasta este punto es bueno y adecuado mantener una actitud de miedo razonable ante situaciones amenazantes. El problema se plantea cuando el niño reacciona de un modo exagerado e ilógico frente a un estímulo cuya amenaza objetiva es muy limitada.
La reacción del niño ante el miedo es de preocupación, irritación y un estado de ansiedad muy elevado, apareciendo síntomas orgánicos y cognitivos.
Las causas de estas reacciones de miedo excesivo ante personas, situaciones o cosas que objetivamente no presentan ninguna amenaza real pueden ser:
- Situaciones y acontecimientos familiares negativos como: la separación de los padres, disputas, enfermedad y otros desequilibrios de carácter familiar.
- La ocurrencia de acontecimientos y experiencias desagradables con el objeto o situación a la que se le tiene miedo. La repetición de estas experiencias lleva a aumentar y consolidar el miedo.
- El aprendizaje que realiza el niño por asociación de estímulos. Ej. estando oscura la habitación, oyó un ruido muy fuerte y le provocó miedo, generalizará asociando la oscuridad con el ruido = miedo. / oscuridad = miedo.
- Otra de las causas del miedo es el aprendizaje por observación a otras personas que lo experimentan ante determinadas situaciones (los padres serán perfectos modelos para ser imitados y observados por el niño, más tarde lo será la televisión, compañeros de colegio ...)
El ambiente familiar es el primer modelo que suele imitarse y por tanto, aprenderse. Como veis, las causas que originan el miedo pueden ser muchas, pero deben vigilarse especialmente cómo os comportáis los padres y cuál es el ambiente que rodea a vuestro hijo/a porque, muy probablemente el origen de sus miedos se encuentre en dicho ambiente.
Cómo evolucionan los miedos infantiles:
Algunos miedos suelen desaparecer al cabo de poco tiempo si son adecuadamente tratados, otros, persisten durante mucho tiempo. En los niños muy pequeños, los miedos básicos de separación de la madre o el padre, de ver personas desconocidas, ..., suelen desaparecer conforme evoluciona su desarrollo psicobiológico, son miedos evolutivos.
Los miedos que se han aprendido son de más difícil desaparición.
Del mismo modo que los niños tienden a adoptar los miedos de los padres (por observación e imitación) estos miedos no suelen desaparecer si persiste continuadamente la situación de aprendizaje por observación; mientras los padres manifiesten tales comportamientos, los hijos también los presentarán siendo muy difícil su eliminación de un modo natural si no se utilizan técnicas terapéuticas y no se modifican los comportamientos de miedo de los padres.
Desde los 4 a los 8 años existen gran cantidad de miedos que se relacionan con seres imaginarios y fantásticos en actitud amenazante, pero conforme el niño crece, estos miedos suelen desaparecer, apareciendo otros tipos de miedos que están más directamente relacionados con las actividades, preferencias, juegos y relaciones de la edad.
Conforme se acerca a la adolescencia aparecen miedos que tienen un marcado carácter social: burlas por el físico, miedo al ridículo, a la no aceptación social …
Si al llegar a la adolescencia todavía quedan algunos miedos anteriores, el chico o la chica, tendrá problemas de ajuste social con el colegio, familia, amigos y con el medio que le rodea.
Lo que no se debe hacer:
Lo que los padres no debemos hacer nunca ante un comportamiento de miedo es acariciar al niño o cogerlo del brazo para mostrarle su cariño y afecto en ese preciso momento de reacción de miedo. De esta manera, el niño está aprendiendo a asociar su llanto, su reacción con la atención solícita de la madre o del padre que acude rápidamente a calmarle y tranquilizarle, reforzando ese comportamiento de miedo.
Tampoco deben dársele regalos u otros caprichos cuando ocurre una conducta de miedo: se asocia su comportamiento con la consecuencia que es lo que ocurre a continuación (atención, refuerzo ...) por parte de los padres.
El intentar convencerle de que no existe ningún peligro ni debe tener ningún miedo tampoco resulta muy efectivo. En la próxima situación de miedo, el niño vuelve a experimentarlo a pesar de la gran cantidad de veces en que se le ha repetido incesantemente que no debe ni tiene por qué temer a tal situación u objeto.
Otra de las conductas que jamás debéis optar, es la de amenazar al niño o infundirle miedo (hacia animales o lugares) para que deje de hacer algo que no le permitís. Este tipo de comportamiento puede traer unos nefastos resultados sobre la conducta a largo plazo de vuestro hijo/a , habiéndole enseñado de esta forma, a tener miedo potencial ante situaciones que de por sí son “neutras”.
Otra de las cosas que perjudican en gran medida es obligarle a tocar o a acercarse a la situación de miedo inmediatamente, de modo brusco y sin que haya recibido un entrenamiento o preparación previa para que se dé cuenta por él mismo de lo inocuo e inofensivo del objeto o situación en sí temida. Los padres debéis tener en cuenta y controlar las situaciones en que puedan aparecer reacciones de miedo para no enfrentar al niño directamente con ellas y provocar un aumento del miedo.
Otra cosa que no debe hacerse es el castigar al niño por tener miedo y tampoco debe observar nunca a los padres en sus conductas de miedo, porque esto conduce a elevar el suyo. En este caso sois los padres los que debéis poner un especial cuidado en no experimentar reacciones de miedo delante de los hijos (ej. La mamá que reacciona de un modo desproporcionado ante una tormenta o que amenaza al niño con que vendrá un perro y le morderá).
Actitudes que se deben tomar y que resultan positivas:
Los padres debéis procurar, en la medida que las circunstancias lo permitan, ofrecerle al niño aquellas situaciones y oportunidades de escaso miedo para que el niño/a vaya acostumbrándose a ellas poco a poco y de un modo gradual.
Como ej., en el caso de miedo a los perros: una opción sería ver a un perrito pequeño a lo lejos al tiempo que se le dan consejos de cómo actuar, se le refuerza y motiva a comportarse adecuadamente utilizando comentarios: ¡Qué bien lo estás haciendo, ves, estás tranquilo, no ocurre nada! y darle algún refuerzo material simultáneamente al comportamiento adecuado (chuchería, expresión de afecto...).
En los casos de miedo, son muy efectivas las historias o cuentos donde el personaje supere la situación de miedo poco a poco y llegue a no temerla. Todo esto irá entrenando (por imitación) y preparándole para enfrentarse con situaciones de escaso miedo de carácter real.
Otra actitud es la de proporcionarle durante la presencia del objeto o situación de miedo cualquier actividad distractora (oír música, oír un cuento, recordarle que es valiente...), agradable mientras está ocurriendo la situación de miedo. Los padres en tales momentos, debéis hacer comentarios sobre la actividad distractora tal y como si estuvieseis jugando con él y dirigiéndole la atención a dicha actividad mientras el niño va tolerando poco a poco la presencia del objeto o situación temida.
Actuando de este modo ayudaremos al niño a superar su miedo pero no se debe pensar que con sólo hacerlo alguna vez es suficiente sino que esta actuación debe constituir un estilo de actuar para con la conducta de miedo; por lo que, actuando adecuada y sistemáticamente se obtendrán resultados positivos a corto y medio plazo.
El clima de confianza, tranquilidad y sosiego existente en el seno de la familia es un factor preventivo para que el niño pueda controlar pequeños miedos.
Aún así, si actuáis de esta manera y no se logran avances en la superación de los miedos, se deberá acudir al psicólogo/a para proceder a realizar la terapia adecuada en colaboración siempre con los padres.
Cómo detectar el miedo excesivo = fobia:
Basta con la observación del comportamiento del niño ante el objeto temido, persona o situación; es perfectamente reconocible cuando el niño experimenta o no reacciones de miedo excesivo a una situación provocante. El estado de ansiedad producido por ese miedo se caracteriza por manifestaciones de malhumor, tristeza, inquietud motora, sudoración, respiración agitada, dolores, vómitos, ante estos síntomas los padres suelen ir al médico y su respuesta es: "su hijo no tiene nada".
Todas estas manifestaciones orgánicas son psicosomáticas, producidas por la fobia o miedo excesivo. Los miedos más comunes son: miedo a la oscuridad, miedo a los animales, a los ruidos ...
Qué podéis hacer los padres ante los miedos excesivos de vuestro hijo/a:
Si habéis detectado en vuestro hijo/a un miedo excesivo, podéis hacer algunas cosas que resultarán efectivas. Hay que tener en cuenta que el tratamiento de los miedos varía según multitud de factores, pero, a pesar de ello existen algunas técnicas que son aplicables a la mayoría de los casos y que cada padre debe adaptar a la peculiaridad de su hijo, para que resulte lo más eficaz posible.
Existe una técnica denominada "desensibilización sistemática" que consiste en exponer al niño ante situaciones leves de miedo. Por ej. en el miedo a la oscuridad, un primer paso o situación de escaso miedo sería reducir la intensidad de la luz a la vez que se le ofrece al niño una conducta contraria al miedo, como cantar, bailar o comer su golosina favorita (a modo de juego). Estas situaciones deben repetirse tantas veces como sea necesario, hasta comprobar que no hay ansiedad, y poco a poco ir introduciendo situaciones un poco más intensas, así, de forma progresiva y gradualmente se aumentan, con precaución. Las conductas incompatibles con el miedo deben proporcionarle seguridad y confianza al niño y deben ser más fuertes y poderosas que la propia situación de miedo.
Conductas incompatibles que podemos introducir:
- Jugar con sus juguetes favoritos
- Comer golosinas
- Leer cuentos
- Cantar
- Bailar
- Reírse
- Escuchar música
Conforme se vaya superando el miedo en cada situación, se le presentan otras situaciones de mayor miedo para que realice las mismas conductas incompatibles en presencia de ese nuevo contexto ligeramente más difícil de abordar.
De este modo debe realizarse hasta que el niño sea capaz de tolerar la situación de miedo que antes era incapaz de afrontar. Este procedimiento no resulta en muchas ocasiones tan simple, hay veces en que hay que cambiar la incompatible para que prevalezca sobre la ansiedad. Otro aspecto básico es graduar la situación de miedo en una escala de pequeños pasos desde el menor hasta el mayor, es decir, de menos a más miedo.
Ejemplo:
1. Ver un perro dibujado MUY POCO MIEDO
2. Ver un perro en la tv POCO MIEDO
3. Oír a lo lejos un ladrido ALGO DE MIEDO
4. Ver un perro desde lejos ALGO DE MIEDO
5. Ver un perro pequeño en la acera de enfrente BASTANTE MIEDO
6. etcétera
Con los demás miedos debe procederse de igual forma. Deben descomponerse en pequeños pasos, secuencias o escenas de miedo progresivo. Es importante preparar al niño para que la actividad que haya que realizar durante la situación de miedo (escaso) sea adecuada y despierte sentimientos y emociones fuertes positivas, capaces de ser superiores y vencer al miedo.
Otra técnica que sirve como complemento, si es que el niño tiene las suficientes capacidades cognitivas para ello, es llevar la situación al absurdo, hacer preguntas del por qué de su miedo y él ir dando las respuestas con ayuda, y darse cuenta de la irracionalidad de su creencia.
Otra técnica para eliminar ciertos miedos infantiles es "el aprendizaje por imitación", que consiste en que el niño observe a sus iguales enfrentarse favorablemente a esas situaciones. Dentro de este tipo de aprendizaje, podemos inventar historias con héroes infantiles favoritos, que se enfrentan a esa situación temida saliendo airosos. Si el miedo es a la oscuridad, la "aventura" con el personaje debe contar con tal situación de oscuridad gradual y progresiva, superando satisfactoriamente cada una de ellas. Estos cuentos o relatos deben despertar emociones positivas en el niño, más fuertes que la reacción de miedo.
Un aspecto muy importante que entra a formar parte de las técnicas a llevar a cabo para eliminar el miedo en los niños es la ACTITUD de los padres ante el problema. Es aconsejable que los padres no manifiesten ningún miedo similar al del niño porque de lo contrario el niño copiará, imitará tal comportamiento lo que contribuiría a su aumento. Tampoco se debe prestar excesiva atención ni exaltación emocional ante el problema, ni actuar mediante regañinas o castigos. Los padres, debéis actuar bajo un punto de vista del aprendizaje.
Vencer el miedo debe ser un aprendizaje similar al de cualquier otro aspecto, leer, escribir, montar en bicicleta ... en el que se le enseña lo que debe hacer, como prepararse, a entender la situación de miedo desde otro modo de pensar, a entrenarlo a hacer cosas para "ganarle" al miedo y, en esa actitud, debe discurrir el aprendizaje de dominar y controlar la situación; como toda situación de aprendizaje, se producirán errores y aciertos pero los errores no deben llevar al desánimo sino al contrario, deben analizarse para evitar que se vuelvan a dar. Realizar todo esto manifestándole al niño el apoyo y la ayuda necesaria es la actitud de los padres que más puede servirle para vencer al miedo.
Además de mostrar esta actitud favorable, los padres también debéis realizar un proceso de reflexión acerca de cómo actuáis con vuestro hijo con respecto a esos miedos, cuáles son las actitudes que pueden resultar beneficiosas o perjudiciales y de ese modo adoptar la más favorable. ¿Por qué no prevenir en lugar de lamentar?
Si habéis tratado una solución y no ha dado resultado, no dudéis en consultar con un especialista en Psicología Infantil.
Cuantas menos reacciones de miedo presente el niño, mejor será su nivel general de funcionamiento adaptativo: más apetito, más vitalidad, sueño relajado, en definitiva, más saludable, mejor adaptado y más feliz, lo que es beneficioso para un adecuado desarrollo psico-socio-afectivo.